Under the Bridge
Era el año 92, nos conocimos para un 18 de septiembre y en la playa grande del Quisco terminamos cantando "Under the Bridge" de los Peppers.
Borrachos.
Estudiabas sicología en la Chile y sufrías en tu intento/discurso/discusión por hacer que me gustaran los Beattles y yo porque te dormías mientras veíamos alguna peli en el Biógrafo.
El ´93 llegaste una mañana con una fuente de plástico que contenía una suerte de ameba mal oliente que se alimentaba de té y había que regalar a sus "hijos" para tener suerte en la vida. Sequé al sol y guardé la que sobró en una cajita metálica.
Aún la tengo.
El 96 la vida se encargó de que cada uno siguiera su ruta: Algunos esporádicos llamados quedaban por ahí hasta que de tanto cambiar el número de teléfono en mi casa, terminamos por perdernos la pista.
Exactos 10 años después me llamabas -contando la inverosímil historia de como conseguiste mi celu- para invitarme a ver a Manu Chao. Ahí estabas tocando la puerta de mi depa, oliendo a sándalo, romero y con algunos dreadlocks guachos saliendo de un gran gorro de lana.
Ya no sólo hablábamos de música o películas: de sicología te habías cambiado a antropología, hablabas de música africana, la iluminación, el amor libre, meditación y de como la energía nos hacía permanecer sin necesidad de tener contacto físico o permanente.
Manejabas una camioneta vieja, vivías en una casa gigante en Peñalolén atestada de intrumentos folclóricos -todos raros para mí- y siempre en tu casa todo olía a esencia de algo y marihuana.
"Mi pequeña burguesita urbana" solías llamarme, pero atento me escuchabas cuando acudías para que te diera la visión terrenal necesaria de las cosas. Temas muy serios y profundos acompañados de un cartucho de papas fritas aceitosas y grasosas.
Diseñé las etiquetas para tu mini pyme de fitoterapia y- como no tenías dinero- me pagaste con muchas cremas,aceites y champús naturales que me duraron años.
Luego te fuiste a vivir al otro lado de la cordillera y luego al caribe sí sí.
Mandabas fotos de parajes hermosos, meditando en lugares sublimes y tocando con tus grupos melodías luminosas.
Y así fue como de pronto volviste a partir, pero esta vez sin retorno.
"De verdad, te mereces toda la felicidad" fue lo último que me escribiste por chat en mayo.
Te transformaste en más luz, recuerdo, vivencia y amor infinito que nunca antes Mr. Riff. No habrán más mails eternos a la distancia ni charlas fumadas hasta que salga el sol, pero te hablo todos los días y te pienso harto porque la energía está perfecta y latente. Sin necesidad de verse o permanecer.
Esta fue nuestra historia.
Este es mi pequeño tributo para tí amigo mío.