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A hacer 3 cosas por día bien hechas y no 8 a medias. A incluso, dejar de hacer varias que nunca gustaron mucho. A andar en bici e ir lejos, muy lejos. Al teatro, a los museos, a recitales y disfrutarlos sin ni una pizca de apuro. A ganarle a la ansiedad. A tener paciencia y ejercitarla como nunca. A creer(me) y creer(te) (así de mamón). A hacerme en el pelo lo que se me venga en gana. A saber cuando quedarse y cuando dar un paso al lado. A dormir en la playa y saltar en la nieve. Al Inedit y sentarme con mi cocaví y devorar buenos documentales. A tener un proyecto (tan leso como tuitear un disco por día) y completarlo porque ya no dejamos cosas sin terminar. A reinstalar wsp y perder todos los registros que quedaban y no lamentarlo. A viajar y ser analafabeta de mente para resetearla con nuevos recuerdos que no solo estarán en instagram. A que las discusiones sean sólo conmigo sobre si como pan con palta o mermelada. A reconstruir los lazos con amigos. A conocer nuevas gentes, de nuevos lugares, con otras vidas y otros acentos. A hacer la cimarra e inaugurar las "Vacaciones de un día en su ciudad". A soltar tanto que ya se ve un puntito en el horizonte. A ver y mirar bien. A reconocer el instante exacto en que confirmas el por qué todo, es como es. A tener una necesaria y sanadora charla después de años de silencio y distancia. A hacer este seudo resumen de fin de año y que en el fondo sea -nuevamente- un gracias totales.

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